Por ellas, y para ellas, esas mujeres increíbles, desconocidas y grandes escritoras del Taller de Escritura del Centro 8 de Marzo de Fuenlabrada este relato que en su día nuestra profesora Ursula nos pidió que hiciéramos, explicando cómo realizar una actividad, por nimia que fuera...ponerse unos pantalones, cómo subir en un ascensor, cómo utilizar los cubiertos...y el resultado fue sorprendentemente gracioso.
Reconócelo, no es que la crema solar que todavía resbala
por tu piel hace que ese pantalón de la temporada pasada no suba, ni es la
falta de costumbre de ir vestido, porque en veranito, ya sabemos, que llevamos
puesto el bañador todo el día hasta para dormir, sino el hecho de haber cogido
tres kilos más y la ropa no entra.
Mi propósito con
estas líneas es que lo haga, y siguiendo mis recomendaciones lo conseguirás.
Primero, dúchate, sécate bien y no te apliques ninguna crema. Después, coge un
pantalón de los que guardaste sin lavar, porque los recién lavados están
imposibles, tiesos y no sirven. Y por último, concéntrate y mete la pierna
derecha, luego la izquierda y tira
hacia arriba.
Seguro que se atascará un poco en esas preciosas curvas de debajo de tu
trasero, pero tranquila, eso es muy normal, no es culpa tuya, los fabricantes
de pantalones no entienden de curvas. Ahora ya, llega el momento crucial, toma
aire, hincha bien los pulmones, mete el ombligo hacia dentro, mucho, mucho,
pero que mucho, y ya está, los dientes de la cremallera se unirán unos con
otros como recién enamorados. Solo quedará el botón que con una última
inspiración profunda pasará por el agujero sin la menor dificultad. Lo hemos
conseguido, eso sí, ahora te toca seguir respirando, pero esas instrucciones
las dejaremos para otro día.
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