Óscar el mono
Ningún disgusto había tenido
para estar así de perdido.
De día y de noche
su cara era un reproche.
Nubes de tormenta
llenaban su cabeza.
De mala gana contestaba
nadie le dirigía la palabra.
El colmo fue una mañana
que agarrado a una rama,
lanzó al suelo
el libro más querido de su hermana.
Rota en dos la portada
y las hojas todas dobladas.
El libro sin consuelo
lloró ríos de letras y anhelo,
por ser lo que fue y nunca más sería
pues arreglo ya no tenía.
Oscar se dio cuenta:
"¡Con mi enfado hago daño,
"¡Con mi enfado hago daño,
hasta al libro más preciado!"
Desde entonces,
las nubes grises de su cabeza ya no están
y con una risa loca por las ramas, va.
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